El regreso de Victoria’s Secret a las pasarelas, después de una pausa de cinco años, generó un revuelo que mezcla emoción y dudas. La icónica marca de lencería, criticada en su momento por una imagen centrada en el “sexy a toda costa”, ha intentado evolucionar para alinearse con un enfoque más inclusivo y moderno, especialmente tras el impacto del movimiento #MeToo. Esta vez, bajo la mirada expectante de la industria, buscó brillar como antes, fusionando elementos clásicos con una versión más actual y consciente de su show.

El evento fue una mezcla de nostalgia y nuevas influencias, con la presencia de estrellas como Kate Moss y Carla Bruni, quienes se robaron las miradas al lucir las emblemáticas alas de Victoria’s Secret. Sumado a esto, la actuación de Cher y el fenómeno mundial del K-pop, Blackpink, aportaron un toque de diversidad y frescura. Los trajes diseñados por Zaldy añadieron un estilo visual impactante, en una producción pensada para atraer tanto a fans de siempre como a nuevas generaciones.

Pero, a pesar de la gran apuesta, las reacciones no fueron unánimes. Algunos, como WWD, elogiaron el evento por su “cambio de actitud”, mientras que medios como el New York Post destacaron cómo la marca sigue abrazando su sensualidad característica. Otros, como el Daily Mail, criticaron que el desfile se haya “rendido al wokeismo”. Janie Schaffer, directora creativa de Victoria’s Secret, defendió el cambio, resaltando que el nuevo enfoque sigue celebrando la esencia de la marca, pero adaptado a todos los tipos de cuerpos y estilos: “Siempre se tratará de sentirse sexy”, afirmó. “Somos Victoria’s Secret, pero ahora es un sexy para todos”