A finales de los años 90, Internet lo cambió todo. Llegó a los hogares de millones de personas y transformó la cultura de inmediato. La moda no fue ajena a esta revolución: el ciberespacio se convirtió en un nuevo escaparate donde la tecnología y la moda se fusionaban. En la actualidad, es impensable que un diseñador no tenga presencia online, pero en aquel entonces, era una novedad. El primero en retransmitir un desfile en directo fue Helmut Lang, diseñador austriaco conocido por su enfoque minimalista y su precisión en los cortes. Su visión vanguardista lo convirtió en una de las figuras más influyentes de la década. Gracias a Internet, los desfiles dejaron de ser un privilegio exclusivo de las grandes ciudades y pasaron a estar al alcance de cualquier persona, incluso en las zonas rurales.

Otro hito que confirmó que la moda se estaba democratizando fue el estreno de Sexo en Nueva York en 1998. La serie no solo mostraba la vida y las relaciones de cuatro amigas en Nueva York, sino que también se convirtió en una pasarela de moda en la pantalla. Desde el inicio, su impacto fue enorme. Patricia Field, la diseñadora de vestuario, fue la mente detrás de los icónicos estilismos que capturaron la esencia del estilo neoyorquino. Sin embargo, en la primera temporada, el presupuesto era limitado, por lo que gran parte del vestuario de Carrie Bradshaw consistía en prendas de segunda mano o préstamos de tiendas.

 

Carrie con Big.
Las tres amigas en una fiesta.
Las cuatro amigas en una fiesta.
Las cuatro amigas en casa de Carrie.

 

El punto de inflexión llegó cuando las marcas de lujo comenzaron a apostar por la serie. Fendi fue una de las primeras en arriesgarse, prestando su famoso bolso Baguette de lentejuelas moradas. En un episodio, Carrie es asaltada y el ladrón, en lugar de llevarse su móvil o su cartera, exige específicamente su Fendi Baguette. Ese momento marcó un antes y un después: el bolso se convirtió instantáneamente en un objeto de deseo. “Fui a Fendi con mi hermana y fue como entrar en una tienda de caramelos. Necesitaba ese bolso”, recordaría más tarde Victoria Beckham.

 

Tras este episodio, el vínculo entre la serie y la moda se consolidó. Las firmas más exclusivas, que al principio dudaban en prestar su ropa y accesorios, comenzaron a ver Sexo en Nueva York como una oportunidad inigualable de promoción. Dior llegó incluso a abrir sus puertas a la producción, permitiendo que Carrie Bradshaw visitara su icónica boutique en París en la sexta temporada.

El impacto de la serie en la industria fue tal que transformó la relación entre la moda y el entretenimiento. Lo que antes era un sector cerrado y elitista se volvió accesible y aspiracional. La popularidad de Sexo en Nueva York impulsó la tendencia del product placement en series y películas, hasta el punto de que hoy en día muchas marcas cuentan con departamentos especializados en incluir sus productos en la ficción.

Desde los desfiles online hasta la integración de la moda en la televisión, los años 90 marcaron un cambio radical en la industria. La moda dejó de pertenecer solo a unos pocos y pasó a ser un fenómeno global, con Internet y la cultura pop como sus mejores aliados.

Pero esto plantea una pregunta interesante: si la moda pasó de ser un privilegio exclusivo a algo accesible para todos, ¿hacia dónde nos dirigimos ahora? ¿Estamos ante una democratización definitiva o simplemente ante una nueva forma de exclusividad?



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